domingo, 24 de junio de 2007

POPY: EL EMBAJADOR DEL ERROR (III)


Su trabajo parlamentario empezó a tener cierta notoriedad por el ímpetu que ponía Olivera a sus investigaciones y por sus grandilocuentes declaraciones a la prensa con ese seseo inconfundible en su lenguaje. Su barba desordenada, el pelo largo y lacio que constantemente se le venía a la cara cuando hablaba y su descuidada forma de vestir, lo convertían en todo un personaje. Fue por esos años que llegó al país un payaso venezolano llamado “Popy” que tuvo mucho éxito en la televisión peruana y que usaba coincidentemente una peluca lacia y larga; así que no fue difícil para el notable humorista de televisión Carlos Alvarez, crear un personaje que tomaba los graciosos movimientos corporales del payaso y los reclamos de chico malcriado que identificaban a Olivera. Así nació “Popy” Olivera el personaje, pues su aparición en los programas humorísticos eran sumamente graciosos, y algunas veces el propio Fernando Olivera asistía la televisión para enfrentarse a Carlos Alvarez caracterizando a “Popy Olivera”, en diálogos cargados de mucho humor. La gente en la calles le gritaban ¡Popy! a Olivera, cosa que le incomodaba al inicio, hasta que decidió aprovechar la popularidad del personaje para mimetizarse con él.

Un buen día aparecieron pintas en distintas paredes de Lima que decían: “Popy Presidente”. Desde entonces Olivera dejó de ser el “Muerto” para convertirse en “Popy”.

La situación política del Perú dio un giro de 180 grados, el 28 de julio de 1988, cuando en su mensaje por fiestas patrias, el entonces presidente Alan García anunció la estatización de la banca comercial. La respuesta del centro y la derecha fue contundente, se formó el movimiento Libertad y se inició una campaña televisiva y de marchas en las calles para evitar que efectivamente el gobierno tome los bancos. Entonces, refiere Gamarra, representantes de la familia Wiese (dueños del banco Wiese) y Picasso (dueños del banco Latino), encontraron en Fernando Olivera al socio ideal, no sólo por las relaciones de parentesco político con el congresista, sino por su declarado antiaprismo y su probada lealtad a los banqueros. Ahí nació la gran amistad entre Olivera y los hermanos Jorge, Jaime Picasso, y todos los demás de casi una decena de hermanos Picasso Salinas. Estos últimos, no sólo financiaron las actividades del congresista que condujeron a parar la estatización de la banca, sino que le permitieron ingresar socialmente al exclusivo círculo de banqueros y poderosos financistas locales.

La estatización de la banca nunca pudo concretarse, gracias a la labor que desplegó un variopinto grupo de opositores, encabezados por el escritor Mario Vargas Llosa. La actividad que desplegó Olivera entonces fue incesante, a sus incendiarias declaraciones en contra del presidente García y de desprestigio a los apristas en general, luchó con uñas y dientes para que los bancos no fueran tocados, contando además, con el formidable apoyo que significaba “Popy” –representado por el genial cómico Carlos Alvarez- en las pantallas de TV. El final del gobierno aprista, en 1990, encontró a Olivera en el tope de la popularidad, mientras los apristas pagaron el precio de dejar al país en la ruina económica y moral. En los comicios de abril de ese año, Fernando Olivera fue reelegido diputado, siendo además el congresista más votado, de los 180 elegidos. A nadie le extrañó.

Durante los primeros años del nuevo gobierno, Popy Olivera se dedicó a jugar en pared con sus amigos Jorge y Jaime Picasso, en sus intentos por hallar las pruebas que, por fin, incriminaran a Alan García en actos de corrupción o enriquecimiento ilícito. Olivera hurgó y presionó cuanto pudo en el ámbito local, hasta que se dio cuenta que para pillar a García había que encontrar sus cuentas bancarias en el extranjero y para ello debía contratar a una agencia internacional de investigadores.
Olivera y Jaime Picasso (entonces correligionario de Olivera en el Congreso) viajaron a la ciudad de Miami y contactaron con Ralph García, un cubano que dijo ser un experto en detectar cuentas bancarias. Tras meses de pesquisas, finalmente Ralph García entregó a Olivera el famoso “Informe Lark”, el cual concluía que Alan García poseía 50 millones de dólares en diversas cuentas en Estados Unidos, Europa y Gran Caimán, además convirtió a García en propietario de una mansión en Florida, vecina a la residencia de Julio Iglesias. El informe fue “sacado de la manga” por Olivera entre gallos y medianoche, durante el pleno del Congreso, provocando una verdadera batahola. El efecto en la opinión pública fue tremendo, empero bastaron unos pocos días para que se comprobara que todo el Informe Lark era una patraña y que todas las cuentas consignadas eran pura invención. Ante ello Olivera ni se inmutó, posteriormente el aprista Jorge Del Castillo demostró que dicho informe había sido elaborado en un estudio jurídico ligado a los Picasso en Miami y el propio Ralph García confesó a la revista “Caretas” que nunca preparó informe alguno y que sólo se limitó a rubricar un documento que Jaime Picasso puso en sus manos ya redactado.

Los legisladores del FIM manejan otra versión, según ellos Olivera fue sorprendido por un persuasivo estafador que le vendió gato por liebre y finalmente le entregó un informe fraguado, el cual, Olivera, pletórico de entusiasmo por los resultados obtenidos, dio por bueno. En cualquiera de los dos casos, ¿cómo pudo Olivera “salvar el pellejo” tras semejante desliz?; pues gracias a su inmunidad parlamentaria y a que la mayoría mantuvo cierta distancia del ex presidente y de su desastrosa gestión.

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