sábado, 23 de diciembre de 2006

HEMINGWAY EN EL PERU (Parte II)


Hemingway estrechó la mano de cada uno de los periodistas y agradeció que hayan venido hasta Talara para esperarlo, expresión que los sorprendió sobremanera, más aun cuando el celoso Prater, se empeñaba en evitar mayor contacto de la prensa con él y les había advertido que el escritor “llegaría cansado y no los recibiría”. Allí mismo se improvisó una rueda de prensa y Hemingway hizo notar que la cojera que mostró al bajar del avión era producto del impacto de una esquirla de obús recibida durante la guerra y cuya secuela le dejó esa cadencia similar a la de un enorme gorila cuando caminaba. “En realidad –dijo luego de una breve carcajada- no me preocupa mucho la impresión que da mi cojera, ni la forma en que me visto. Prefiero no verme en un espejo”, remarcó divertido.
Les contó que venía al Perú por tres o cuatro semanas, no sólo para ver de cerca la filmación de la película basada en su novela “El viejo y el mar”, que había iniciado ya en Cuba el director John Sturges; sino fundamentalmente para capturar un ejemplar de merlín negro de las dimensiones que se requerían para el film.
Parado a unos pasos de la escalinata del avión, Hemingway respondió a todas las preguntas que los periodistas le hicieron, sin rehusar a ninguna de ellas y cuando lo invitaron al salón del aeropuerto para charlar, éste les respondió: “Prefiero quedarme aquí, porque detesto estar sentado; además no estoy cansado. Yo no me canso nunca. Qué me voy a cansar en ese pajarraco”, señalando al avión y soltando una sonora carcajada. Hemingway estaba de buen ánimo y a pesar de la buena disposición que tuvo para conversar con sus colegas, había cierto rasgo de impaciencia, pues la adrenalina empezaba a circular por su sangre y quizá sólo quería terminar para subirse a una embarcación y sentir la brisa marina en su rostro.

Las preguntas iban y venían, Hemingway las respondía todas, algunas con frases cortas y otras que terminaron en profundas reflexiones.
-¿En cuánto tiempo escribió “El viejo y el mar”?La escribí en 80 días, pero la pensé 13 años. Lo que quiere decir que primero hay que vivir y luego escribir sobre una verdad profunda, y eso tiene más valor que la misma literatura.
-¿Cuál es su próxima aventura?
No se, las aventuras viene a buscarme.
-¿Es usted republicano o demócrata?
Ni lo uno ni lo otro. Mis antepasados sí fueron políticos. Mi abuelo era muy jodido. Fue un republicano que nunca se sentó a la mesa con un demócrata.
-¿Es verdad que le gusta la bebida?
Los periodistas tenemos que aguantar tanto que sólo nos calma la bebida.
-¿Y no le hace daño?
Nunca me ha hecho daño.
-¿Cómo se explica que siempre haya salido vivo de los accidentes?
He tenido suerte.
-¿Suerte o es que usted no le tiene miedo a la muerte?
¿La muerte? –se repreguntó Hemingway- La muerte es una puta más con la que no quiero acostarme.

En ese momento el avión de Panagra encendió sus hélices y la ráfaga de viento casi vuela el gorro del escritor; este logró cogerlo y dijo sonriente: “Cómo jode este avión”. Allí terminó la conferencia de prensa, pues el séquito que lo rodeaba le dijo que la camioneta que lo llevaría a Cabo Blanco estaba lista. Hemingway se despidió de cada uno de los periodistas, se encaminó lentamente hacia el vehículo y se trepó en él con cierta dificultad.
Mary Welsh esperó a que subiera su marido y antes de entrar, volteó hacia los periodistas y les dijo, también en buen castellano, “Ernest es un buen muchacho”.
Los automóviles se perdieron en la carretera rumbo a la caleta, para recorrer los 32 kilómetros que la separaban de aquel aeropuerto construido por la marina de los Estados Unidos en lo que fuera una base militar norteamericana denominada “El Pato”.
Apenas llegó la delegación a las instalaciones del Fishing Club de Cabo Blanco, Hemingway se acomodó en la habitación Nro. 5, dejó el traje y se puso un short que dejaba al descubierto sus poderosas pantorrillas, una camisa larga de manga corta, atada con un cinturón, su infaltable gorro blanco y unas enormes zapatillas de lona negra. Estaba ataviado para enfrentar las aguas del mar peruano en busca de su presa.
Comió algo ligero y casi de inmediato dispuso todo para salir de pesca. Cogió su caña de bambú prensado y junto a Kip Farrington, abordó la embarcación bautizada como “Miss Texas”. Lo primero que hizo fue palmear cariñosamente al capitán del yate, Jesús Ruiz y a toda la tripulación; luego se sacó las zapatillas y empezó a untarse una pomada en el rostro para proteger su piel; pues como revelaría su médico y amigo José Luis Herrera Sotolongo, Hemingway padecía de cloasma melánico, una especie de “cáncer benigno” que le producía una descamación en la frente y en la zona de las cejas, además de un enrojecimiento exagerado de la piel por la constante exposición al sol.
Aquel día al morir la tarde, regresó bastante satisfecho, pues elogió las aguas de Cabo Blanco y con esa sonrisa de niño característica en él, mostró dos enormes corvinas plateadas que había capturado durante su primera incursión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

porfavor hayimi yo en verdad deseo hablar com mi mama MAURA que murio hace 10 años porfavor la nececito que me dea un mensaje y asi estar mas tranquila gracias por escucharme HAYIMI.susana jara