Los días en Cabo Blanco se hicieron rutinarios. Ernest Hemingway se levantaba al amanecer con un desayuno que consistía en dos huevos duros, tostadas con mantequilla y mucho café. Hacia las 8 de la mañana ya estaban embarcándose. Junto a los aparejos de pesca siempre había una botella de whisky o gin. La jornada era invariablemente de diez horas en alta mar, y al caer la tarde, ya todos estaban en el hotel, para iniciar las noches de tertulia y conversación. Abundantes ensaladas en la mesa y una exquisitez culinaria que encandiló a Mary Welsh; el famoso lomo saltado, típico plato peruano hecho de lomo fino de res, cortado en trozos y salteado a la sartén con cebolla y tomate, y servido con arroz blanco. Tanto le gustó, que la mujer de Hemingway pidió la receta que anotó cuidadosamente en su diario.
Aquellas noches de bohemia terminaban invariablemente a las 10 de la noche, cuando ya varias botellas de escocés estaban vacías; entonces el escritor se levantaba del taburete junto a la barra de Pablo Córdova, el querido barman, y se iba a sus habitaciones a descansar.
Cabo Blanco era conocido mundialmente por los famosos pescadores de altura; allí confluían la fabulosa Corriente de Humboldt y las aguas tropicales de la línea del Ecuador, generando un ecosistema marino ideal para la reproducción de los grandes peces de altura, entre los que estaban los merlines, los peces espada, atunes y dorados.
Allí estaba este exclusivo Fishing Club fundado en 1951 por Kip Farrington y Tom Bates, y conformado únicamente por 20 socios que pagaban una membresía de 10 mil dólares anuales. Mantenían una rigurosa lista de miembros para evitar que ingrese gente que ellos no conocían. Se cuenta que muchos millonarios intentaron pertenecer al famoso Club y que incluso hubo un pescador que quiso pagar hasta 50 mil dólares para pertenecer al Club y no lo dejaron.
Por allí pasaron como invitados, grandes estrellas de cine, como John Wayne, Marilyn Monroe, James Stewart, Gregory Peck, Cantinflas o el torero Luis Miguel Dominguín, que llegaban de incógnito a Cabo Blanco a pasar semanas lejos de los flashs de la prensa y de la agitada vida en Hollywood.
Allí se estableció el record mundial de pesca de altura, cuando Alfred Glassell Jr. logró capturar un merlín negro de 710 kilos y de 4 metros y medio de largo; el mismo que hasta hoy no ha sido batido.
Así pasaron los días en Cabo Blanco, y los hombres de prensa tuvieron que partir hacia Lima; pero antes decidieron hacerle llegar un obsequio, así que compraron una botella de pisco, un delicioso destilado de uva típico del Perú, en cuya etiqueta le escribieron un extracto de un poema dedicado al famoso pisco, junto a breve dedicatoria que decía: “Mientras lloren las uvas, yo beberé sus lágrimas”, y un poco más abajo, Jorge Donayre dibujó un enorme merlín negro y firmaron los tres periodistas. Hemingway recibió el presente, esbozó una sonrisa y les dijo: “Yo beberé estas lágrimas y después guardaré la botella”. Se tomó las últimas fotos que se tienen registro en Cabo Blanco y se despidió de sus colegas.
Fueron 32 días los que permaneció Ernest Hemingway en el Perú, entre largas y exitosas jornadas de pesca, en que logró capturar alrededor de una docena de enormes merlines negros a los que hacía saltar fuera del agua para que el equipo de filmación de la Warner pudiera captar las mejores imágenes para la película.
Allí dejó grandes amigos, como Pablo Córdova que aún vive recordando a “Don Ernesto” en el pequeño bar que hoy tiene en la vieja y olvidada caleta; y también los periodistas, dos de los cuales viven, y que saben que aquella comisión que los llevó al norte del país, los marcó para siempre.
Al volver a los Estados Unidos, Hemingway dijo a la revista “Look”: "Pescamos 32 días, desde la primera hora de la mañana hasta que era difícil fotografiar y el mar se levantaba como si fuera una enorme colina con nieve en la cima. Se podía mirar desde la cresta de la ola hacia la orilla los vientos de arena que esculpían las colinas de la costa”.
Sin embargo, muchos años después de la muerte del escritor, la hija de Marlene Dietrich, María Riva, entregó al JFK Library and Museum de Boston, 30 cartas escritas por Hemingway a Marlene entre 1949 y 1959 que incluyen pequeños relatos y poemas; y obviamente confesiones íntimas a la que fuera amiga y amante del escritor. Una de esas cartas, está fechada el 21 de mayo de 1956, escrita en Cabo Blanco, Perú; es decir 36 días después de su llegada. Entonces tal vez no fueron 32 días los que permaneció el escritor en esa caleta, sino muchos más. Pero esa es otra historia.
Aquellas noches de bohemia terminaban invariablemente a las 10 de la noche, cuando ya varias botellas de escocés estaban vacías; entonces el escritor se levantaba del taburete junto a la barra de Pablo Córdova, el querido barman, y se iba a sus habitaciones a descansar.
Cabo Blanco era conocido mundialmente por los famosos pescadores de altura; allí confluían la fabulosa Corriente de Humboldt y las aguas tropicales de la línea del Ecuador, generando un ecosistema marino ideal para la reproducción de los grandes peces de altura, entre los que estaban los merlines, los peces espada, atunes y dorados.
Allí estaba este exclusivo Fishing Club fundado en 1951 por Kip Farrington y Tom Bates, y conformado únicamente por 20 socios que pagaban una membresía de 10 mil dólares anuales. Mantenían una rigurosa lista de miembros para evitar que ingrese gente que ellos no conocían. Se cuenta que muchos millonarios intentaron pertenecer al famoso Club y que incluso hubo un pescador que quiso pagar hasta 50 mil dólares para pertenecer al Club y no lo dejaron.
Por allí pasaron como invitados, grandes estrellas de cine, como John Wayne, Marilyn Monroe, James Stewart, Gregory Peck, Cantinflas o el torero Luis Miguel Dominguín, que llegaban de incógnito a Cabo Blanco a pasar semanas lejos de los flashs de la prensa y de la agitada vida en Hollywood.
Allí se estableció el record mundial de pesca de altura, cuando Alfred Glassell Jr. logró capturar un merlín negro de 710 kilos y de 4 metros y medio de largo; el mismo que hasta hoy no ha sido batido.
Así pasaron los días en Cabo Blanco, y los hombres de prensa tuvieron que partir hacia Lima; pero antes decidieron hacerle llegar un obsequio, así que compraron una botella de pisco, un delicioso destilado de uva típico del Perú, en cuya etiqueta le escribieron un extracto de un poema dedicado al famoso pisco, junto a breve dedicatoria que decía: “Mientras lloren las uvas, yo beberé sus lágrimas”, y un poco más abajo, Jorge Donayre dibujó un enorme merlín negro y firmaron los tres periodistas. Hemingway recibió el presente, esbozó una sonrisa y les dijo: “Yo beberé estas lágrimas y después guardaré la botella”. Se tomó las últimas fotos que se tienen registro en Cabo Blanco y se despidió de sus colegas.
Fueron 32 días los que permaneció Ernest Hemingway en el Perú, entre largas y exitosas jornadas de pesca, en que logró capturar alrededor de una docena de enormes merlines negros a los que hacía saltar fuera del agua para que el equipo de filmación de la Warner pudiera captar las mejores imágenes para la película.
Allí dejó grandes amigos, como Pablo Córdova que aún vive recordando a “Don Ernesto” en el pequeño bar que hoy tiene en la vieja y olvidada caleta; y también los periodistas, dos de los cuales viven, y que saben que aquella comisión que los llevó al norte del país, los marcó para siempre.
Al volver a los Estados Unidos, Hemingway dijo a la revista “Look”: "Pescamos 32 días, desde la primera hora de la mañana hasta que era difícil fotografiar y el mar se levantaba como si fuera una enorme colina con nieve en la cima. Se podía mirar desde la cresta de la ola hacia la orilla los vientos de arena que esculpían las colinas de la costa”.
Sin embargo, muchos años después de la muerte del escritor, la hija de Marlene Dietrich, María Riva, entregó al JFK Library and Museum de Boston, 30 cartas escritas por Hemingway a Marlene entre 1949 y 1959 que incluyen pequeños relatos y poemas; y obviamente confesiones íntimas a la que fuera amiga y amante del escritor. Una de esas cartas, está fechada el 21 de mayo de 1956, escrita en Cabo Blanco, Perú; es decir 36 días después de su llegada. Entonces tal vez no fueron 32 días los que permaneció el escritor en esa caleta, sino muchos más. Pero esa es otra historia.
4 comentarios:
muy interesante su articulo
somos un grupo de amigos que estamos planeando ir a pescar
a Cabo Blanco y su relato me traslado a esos dias de gloria de
Big Daddy
gracias
Adrian Velasquez
muchas gracias Omar por recordarnos tan hermoso y lindo viaje del ilustre escritor
No todos los días se puede leer algo que emocione tanto, algo que me emociona mucho es saber que Hemingway ha visitado el Perú. Ha visitado Cabo Blanco de manera furtiva, propia de su personalidad, si bien es cierto para filmar el pequeño rodaje de la pelicula "El viejo y el mar" solo por una pequeña casualidad, por el merlín. Es fabuloso saberlo, Hemingway debería vivir hasta ahora, pero parte de él, está escondido en sus libros.
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