Hace ya unos años, el entrañable editor, librero y Director de le Biblioteca Nacional, Don Juan Mejía Baca, estuvo en Arequipa invitado por la Municipalidad Provincial; y en aquella época me desempeñaba como editor del suplemento cultural "Lagartija" del diario Correo de Arequipa, así que entrevisté a don Juan en el lobby del Hotel Portal.
En medio de la entrevista, me dijo que contaría una anécdota vivida con el escritor José María Arguedas y me pidió que no la publicara. Yo apagué la grabadora y él me pidió que la encendiera y grabara, pero que no la difunda, sino cuando crea que deba hacerlo.
Pues bien, han pasado ya más de 10 años y siento la necesidad de publicarla. ¡A su salud, don Juan!
"Era el año 60, el Sesquicentenario de Argentina y estábamos invitados por la Universidad de Buenos Aires, Ciro Alegría, Arguedas y yo. En una de esas lluvias torrenciales de Buenos Aires, nos encerramos en el hotel, estábamos conversando de lo más bien el trío, cuando llegó José Miguel Oviedo; quien en ese entonces estaba pichón, y acababa de desembarcar.
Seguimos conversando y Oviedo dijo: 'La primera vez que oí poesía grabada, fue en la casa de don Juan'; y comenzó a contar lo de aquella vez. Cuando terminó dijo: 'Y ustedes no saben dónde la escuchamos, en un "bulín" que tiene don Juan. Y el edificio se llama San Judas'. Todos se rieron mucho y aclaré que ya no estaba instalado allí porque mi socio había resultado un mal socio, no respetaba los horarios, y conté lo que me había pasado (esas cosas aque uno no toma en cuenta).
Encontré un departamento, el dueño era un italiano, fui a verlo, me preguntó si ya vi el departamento y yo le contesté que sí y que ya sabía cuáles eran las condiciones. El me dijo: ¿Sabe usted que necesito una garantía comercial?, y yo le contesté: ¿Está bien la garantía de la librería Mejía Baca? ¡Cómo no!, me dijo.
Yo hasta ese momento no me estaba dando cuenta que tenía que dar mi nombre y cuando él me hace el contrato, me dice: ¿A qué nombre?... y yo le digo: A Pedro Cieza de León, el cronista de la conquista (risas) y el italiano escribió.
Durante años, los recibos salían a nombre de Pedro Cieza de León, teléfono, agua, todo, todo... pero esa no es la anécdota, sino la reacción inmediata de José María Arguedas, que se me vino como una pantera con las manos por la cara y me dijo: ¡Qué engañado he vivido, creyendo que eras un buen amigo!, mientras todos no reíamos hasta llorar y él seguía: ¡Ponerle el nombre del santo varón, como inqulino donde vas a hacer tus cochinadas! ¿Por qué no le pusiste el nombre de tu 'taita'?
Estaba histérico, él era fanático de Cieza de León, yo también soy admirador, pero no un fanático. Entonces le digo: No puedo ponerle el nombre de mi padre, porque yo tengo el mismo nombre. ¡Bueno, el de tu abuelo!, me dijo.
No había forma de hacerlo comprender, pero fíjate, José María tenía un complejo tremendo sobre el sexo, en todos sus libros el sexo es tabú y es que el hermano (y eso me lo contó mil veces), lo traumatizó.
¿Sabes cómo tuvo que callarse?, cuando tuve que soltarle un carajo del tamaño del hotel: ¡Basta, carajo!, le dije. Se quedó quieto y allí terminó todo. Ciro y Oviedo, seguían llorando de risa".